Etiquetas

martes, 18 de octubre de 2011

CONCIENCIA EMOCIONAL


La Conciencia Emocional es para Daniel Goleman la capacidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a nuestras acciones y la capacidad de utilizar nuestros valores como guía en el proceso de toma de decisiones. Las personas dotadas de esta competencia:

• Saben qué emociones están sintiendo y porqué.


• Comprenden los vínculos existentes entre sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras y sus acciones.


• Conocen el modo en que sus sentimientos influyen sobre su rendimiento.


• Tienen un conocimiento básico de sus valores y sus objetivos.


Richard Boyatzis define la conciencia de sí mismo como: "la capacidad de permanecer atentos, de reconocer los indicadores y sutiles señales internas que nos permiten saber lo que estamos sintiendo y de saber utilizarlas como guía que nos informa de continuo acerca del modo como estamos haciendo las cosas"

Trabajar la conciencia emocional en los centros educativos hace necesario resaltar de entrada un previo: Educar en emociones sólo es posible mediante las actitudes que el docente mantiene en el aula, ese saber estar y saber ser es el elemento fundamental de esa educación. El aprendizaje de las actitudes solo es posible conviviendo con esas actitudes y en educación esas otras actitudes han de ser, fundamentalmente, las del docente. Sin asumir eso cualquier pretensión de educar en emociones será una parodia. Por lo tanto, trabajar la conciencia emocional con el alumnado exige paralelamente trabajarla, de un modo sincero, en el profesorado. Tomar conciencia de las emociones que predominan en la interacción con el alumnado y de las acciones en que se traducen en el aula y el modo en como influyen en nuestra labor educativa. Se trata de un proceso de crecimiento personal, sí, pero que no es gratuito, sino que se encuentra íntimamente vinculado con nuestra labor profesional. Podemos rechazar implicarnos en ello argumentando esa no es tarea nuestra, no diremos que se trata, sobre todo, de miedo y de comodidad, que eso es lo que somos, cómodos y miedosos, y que por ello insistimos en persistir en el error de creer que lo que somos y como somos no afecta a lo que pretendemos enseñar. El acto de aprendizaje es un acto en gran medida, emocional. Solo aquello que se encuentra vinculado a una emoción perdura, el resto es perecedero.

El trabajo de la conciencia emocional supone diferentes fases.

a. Adquirir vocabulario de las emociones.

b. Diferenciar emociones.

c. Reconocer las propias emociones y efectos. Saben qué emociones están sintiendo y porqué.

d. Reconocer las consecuencias de nuestras reacciones.

e. Valoración adecuada de uno mismo: conocer las propias fortalezas y debilidades.

Begoña Ibarrola, a propósito de esta toma de conciencia expone en su ponencia sobre la educación de la inteligencia emocional:

CONOCIMIENTO DE LAS PROPIAS EMOCIONES (AUTOCONCIENCIA): Capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en el que aparece, lo que constituye la piedra angular de la Inteligencia Emocional. El niño no posee un conocimiento emocional innato de las situaciones y conflictos. Creer que el niño por el mero hecho de crecer sabrá reaccionar de la mejor manera, en el momento oportuno, ante la persona adecuada y en el grado correcto es una gran equivocación. La percepción de nuestras propias emociones implica saber prestar atención a nuestro propio estado interno. Pero estamos muy poco acostumbrados a hacerlo y es preciso aprenderlo desde pequeños. Existen numerosas actividades para aprender a notar lo que sentimos, basta comenzar a prestar atención a las señales corporales que acompañan su aparición. Las emociones son el punto de intersección entre mente y cuerpo, se experimentan físicamente, pero son el resultado de una actividad mental También es importante evaluar su intensidad: es preciso detectarlas en el momento en que aparecen, con poca intensidad en principio para ser capaces de controlarlas sin esperar a que nos desborden. El segundo paso es aprender a identificar y a poner nombre correctamente a cada una. Hablar sobre nuestras emociones incrementa nuestra capacidad de control de las situaciones, la reparación de un estado de ánimo alterado y la búsqueda de soluciones a los problemas.

Parece una obviedad decir que el aprendizaje al que se hace referencia anteriormente es válido para niños y para adultos, es un aprendizaje para toda la vida, y sus beneficios lo son para toda persona en cualquier circunstancia en la que se encuentre, sobra decir que saber controlar las situaciones, reparar los estados de ánimo alterados y encontrar soluciones a los problemas surgidos por ellos pone el dedo en la llaga de uno de los elementos clave del perfil docente, una de las demandas principales de su formación permanente.

Dentro de la bibliografía adecuada para trabajar la Conciencia Emocional, en la red en encontramos los libros:

EDUCAR LAS EMOCIONES, de Mireya Vivas, Domingo Gallego y Belkis González


EDUCACIÓN EMOCIONAL Propuestas para educadores y familias, de Rafael Bisquerra, como coordinador. Solo el índice y la introducción, interesante su desglose de emociones.

Otra bibliografía:

EDUCACION SOCIEMOCIONAL EN LA ETAPA DE PRIMARIA, de Anna Carpena, Editorial Octaedro. Un libro con una buena parte teórica y otra de propuestas metodológicas, actividades y recursos.

Otros libros, fundamentalmente prácticos, todos ellos de Wolters Kluwer / Educación, son:

EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA PARA 3 - 6 AÑOS, de Èlia López Cassà.

EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA PARA EDUCACIÓN PRIMARIA (6-12 AÑOS), de GROP (coordinado por Rafael Bisquerra) y Agnès Renom.

EDUCACIÓN EMOCIONAL, PROGRAMA DE ACTIVIDADES PARA ESO, de Montserrat Cuadrado y Vicent Pascua, como coordinadores.

EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA DE ACTIVIDADES PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA POSTOBLIGATORIA, de Manel Güel y Josep Muñoz.

EDUCACIÓN EMOCIONAL Y BIENESTAR, de Rafael Bisquerra Alzina. Libro fundamentalmente teórico con un buen capítulo que analiza diferentes tipos de emociones.

Para el trabajo con docentes:

BIENESTAR DOCENTE Y PENSAMIENTO EMOCIONAL, de Carlos Hué García, también de Wolters Kluwer / Educación.