LA COMPETENCIA EMOCIONAL
domingo, 9 de octubre de 2022
CARPE DIEM
sábado, 4 de junio de 2016
LOS VIRUS EMOCIONALES
viernes, 30 de marzo de 2012
LAS DISTORSIONES COGNITIVAS
Para trabajar la educación emocional en el profesorado. Preferiblemente en equipo trabajando la visión de uno mismo y la que los otros tienen de mí.
LAS DISTORSIONES COGNITIVAS: En las situaciones normales de la vida diaria, entre los sucesos y la emoción existe un diálogo interior. En la mayoría de los casos la emoción procede de la interpretación del suceso y no del propio suceso, y esta interpretación está mediada por los pensamientos que se tengan al respecto. En ocasiones, se tienen pensamientos deformados o distorsionados de la realidad que hacen estallar y/o exacerbar emociones negativas, es lo que se denomina distorsiones cognitivas o pensamientos automáticos.
sábado, 21 de enero de 2012
PEDAGOGÍA DE LA EXIGENCIA
La educación emocional se identifica en no pocas ocasiones con una pedagogía blanda, permisiva, no exigente. Se trata, desde luego, de una visión errónea. El displacer forma parte de la vida de igual manera que el placer, por lo tanto, si la educación ha de ser para la vida ha de educar en la frustración. Evidentemente, no se trata de provocar esa frustración, pero sí de aprender a superarla. Del mismo modo, la vida no trae consigo una satisfacción inmediata a todo lo que se realiza, madurar supone asumir la gratificación diferida que paralelamente conlleva una perseverancia en el esfuerzo. Esa es la madurez, tener claro que el esfuerzo de hoy, en la mayoría de las ocasiones, no encontrará su recompensa de forma inmediata sino que la obtendrá en el futuro y es con esa perspectiva con la que se ha de realizar ese esfuerzo y este supone una acción enérgica, una actitud de fortaleza resistente al desánimo, un empleo de elementos costosos para la consecución del fin. Ese esfuerzo, a menudo, se enmarca en el displacer, normalmente no será placentero el estudio, ni lo será siempre la lectura de un libro o la realización de un trabajo. Educar es, en buena medida, aprender a soportar ese displacer presente para obtener un placer futuro.
Lo que llamamos una pedagogía de la exigencia debiéramos llamarlo una pedagogía de la autoexigencia. El objetivo de la educación no ha de ser tanto soportar la exigencia externa como crecer en la autoexigencia, aceptar la gratificación diferida, ser capaz de perseverar en el esfuerzo sin recompensas inmediatas. Se trata de un proceso que exige un tiempo y una serie de fases, no se trata sin más de plantear exigencias y esperar que el alumno responda a las mismas, esto no es sino abocarle al fracaso. Una serie sucesiva de fracasos sin más ni más es trabajar la valoración negativa de uno mismo. Trabajar la autoexigencia es trabajar los procedimientos a usar, estructurar con claridad los pasos a seguir, establecer una gradualidad del método, y realizar refuerzos durante todo el proceso que valoren los pasos positivos dados. Cuantas veces hemos propuesto trabajos sin haber iniciado a los alumnos en ellos, dando por supuesto que ya lo han sido o que han nacido o crecido iniciados.
Esa pedagogía de la exigencia nos plantea el problema de los límites. La restricción ambiental con que nos desarrollamos nos impone límites, los de este particular contexto en que nos desenvolvemos. Unos límites son naturales, los impone la naturaleza. Otros son sociales, los proponemos los humanos pertenecientes al contexto en que el niño se desarrolla. Es de esta manera como aprehendemos y hacemos nuestros los códigos de esta comunidad en que crecemos. Educar es hacerlo con límites, nunca arbitrarios, sino razonados, suficientemente justificados. Establecer límites es, inevitablemente, establecer sanciones. Educar las emociones no es solo usar como recurso los premios, sino también las sanciones, siempre con un componente educativo, razonadas, proporcionales a la infracción y respetuosas con la dignidad del alumno. Y con una cuestión muy clara: los límites existen para todos, también para el docente. Hay una vinculación indiscutible entre la educación emocional y la educación ética, no se puede trabajar la una sin la otra, hablar de límites es hablar de los derechos de los otros, de preservar su integridad y dignidad. Trabajar los límites, desde el punto de vista emocional, es trabajar la empatía.
La educación emocional es enseñar a convivir con el hecho de la frustración sin que ello repercuta en la autoestima, es profundizar en la madurez de la persona, es enseñar a perseverar en el esfuerzo sin necesidad de una recompensa constante e inmediata, incorporar a la vida la gratificación diferida. Se trata de aprender a vivir en comunidad desarrollando la empatía y aceptando la existencia de los límites. La educación emocional es convivir y trabajar con la frustración, con la tristeza, con el dolor, con la dificultad, con la vida y con el ser humano en su plenitud. La exigencia no solo no es incompatible con el afecto y con la ternura, sino que viene a reforzar el hecho educativo. No debemos educar sin este triángulo.
lunes, 14 de noviembre de 2011
LA INEVITABILIDAD DE LA EDUCACIÓN EMOCIONAL
La educación emocional puede parecer para muchos una moda más, la ocurrencia de turno del gobernante que tiempo habrá para ignorar, para dejar, como hemos hecho otras veces, reducida a letra impresa en un boletín oficial, para así dedicarnos a lo “nuestro”, aquello que sí es de nuestra competencia, las materias de toda la vida que han sobrevivido y sobrevivirán a cualquier moda. Y, sin embargo, si algo nos compete, si en algo hemos ocupado nuestro tiempo, seamos conscientes o no, ha sido en la educación emocional. Podemos haber enseñado pocas o muchas Lengua y Matemáticas, podemos ser de Latín o de Física, podemos saber mucho o no saber nada de nuestra materia; explicar de una manera o de otra, hablar de más o de menos, pero lo que todos, todos, habremos educado o maleducado será emocionalmente a nuestros alumnos. Cada día, con cada gesto, con cada palabra, con cada tono de voz, con cada aproximación, con cada distanciamiento, con cada una de las actitudes e iniciativas que hallamos tomado hemos estado transmitiendo una emoción y hemos estado provocando una emoción. Nosotros no somos alguien pasajero en la vida de nuestro alumnado, alguien anecdótico, podremos jugar a serlo, pretender que lo somos pero nunca será así.
La educación es, por encima de todo, un encuentro entre personas, con sus expectativas, con sus cargas vitales que a veces pesan como una losa en el proceso de aprendizaje, con sus sueños, con sus temores, con los complejos que a veces, sin querer, nos empeñamos en remachar como un clavo que creemos no suficientemente afianzado. Todo esto forma parte de la educación emocional y que esta es esencial en la educación. No se puede escindir en dos la vida de uno, la personal por un lado y la profesional por otro, como si se pudiera colgar quién era en la percha de la entrada para recogerlo al final de la jornada, como si se pudiera dejar los afectos y las emociones fuera, lo que quería ser y con lo que disfrutaba, como si esas horas allí formaran parte sin más de un obligación que había que cumplir de la manera más aséptica posible, sin mancharse, sin implicarse demasiado, sin que nos dejara huella. Como si mis alumnos pudieran hacer lo mismo. La deriva hacia el no lugar, aquel por el que pasamos sin dejar nada de nosotros en él, por el que pasamos sin que deje nada de él en nosotros. Lugar de paso fácilmente intercambiable por otro.
Pero la educación emocional no es un añadido, se encuentra inmersa en todo el proceso de enseñanza-aprendizaje y constantemente ayuda o entorpece el mismo. Por ejemplo, educar en la creatividad implica partir de la idea de que ésta no se enseña de manera directa, sino que se propicia.
· Favoreciendo en los estudiantes el desarrollo de una tolerancia a la ambigüedad, dándoles más espacio en las clases para pensar sobre una situación problemática que se les presenta y estimulándolos a reflexionar desde el principio.
· Favoreciendo la voluntad para superar obstáculos y perseverar. Una clase donde los obstáculos se convierten en oportunidades y no en amenazas.
· Desarrollando la confianza en sí mismo y en sus convicciones a través de indicadores que no siempre sean las buenas notas.
· Enseñando a nuestros alumnos a vencer el temor al ridículo y a cometer errores, ya que esto representa romper con reglas establecidas. En el caso del temor a cometer errores es importante aprender a reciclar los mismos como fuente de aprendizaje y evitar que el alumno tenga miedo a equivocarse ante el maestro. Hay que ayudar a los alumnos a librarse del miedo a cometer errores, manifestando tolerancia y respeto por sus ideas, cuestiones y producciones.
· Protegiendo las producciones de los alumnos de la crítica destructiva y de las humillaciones de sus compañeros.
· Rompiendo con aquellas creencias en las cuales el maestro tiene la verdad acerca del conocimiento a construir y el alumno debe encontrarla bajo el control de este experto; donde el maestro constantemente habla y el alumno escucha y les hace sentir en las clases que está plenamente seguro de lo que enseña, que hay poco que descubrir e indagar en relación con esto. Este tipo de maestro genera actitudes en los alumnos ante el aprendizaje que se caracterizan por la inseguridad, la pasividad, la sumisión, la dependencia, la repetitividad, la reproducción de conocimientos más que la construcción activa del mismo.
· Convirtiendo las aulas en espacios para asombrarnos, experimentar e investigar. Uno de los recursos más importantes y al alcance del educador es la capacidad de asombrarse ante cada comentario reflexivo o creativo de sus alumnos. Para lograr lo anterior el maestro ha de propiciar un conocimiento lleno de sorpresas y situaciones inesperadas. Es decir, lleva a los alumnos a disfrutar de lo inesperado y lo incorpora dentro del proceso de enseñanza-aprendizaje que está ocurriendo.
Qué es todo esto sino trabajar las emociones con nuestras emociones. Confianza, asombro, temor, ridículo, la creatividad solo puede desarrollarse en un clima en el que prevalezcan las dos primeras, y será imposible donde predominen las dos últimas. A partir de ahí podremos poner en práctica las técnicas que deseemos y que hayamos aprendido, sin ese clima toda técnica será inútil.
Creatividad y aprendizaje, en general, se encuentran directamente ligados al concepto de autoestima. Fortaleciendo esta estamos facilitando ese aprendizaje, debilitándola nos encontramos destinados al fracaso.
Dentro de las causas que pueden desencadenar un bajo autoconcepto y una baja autoestima podemos encontrar:
- Carencias afectivas.
- Infravaloración del yo.
- Déficit en habilidades sociales.
- Falta de asertividad.
- Menoscabo de su autoestima por parte de sus familiares.
- Sentimiento de soledad.
- Falta de autonomía personal.
- Pérdida de habilidades cognitivas: memoria, atención...
Para corregir las causas que contribuyen a que formemos una autoimagen negativa de nosotros mismos, es preciso que centremos nuestra atención en los siguientes aspectos:
- La vinculación. Estableciendo un grado positivo de vinculación con los demás.
- La singularidad. Conciencia de que somos únicos con unas cualidades propias que nos hacen ser diferentes, apoyada por el respeto y aprobación que se recibe de los demás por esas cualidades.
- El poder. Tener sensación de poder significa tener conciencia de la disposición de los medios, oportunidades, y capacidades de modificar las circunstancias de nuestra vida de manera significativa.
- Las pautas de comportamiento que reflejan la habilidad de la persona para referirse a ejemplos humanos, filosóficos y prácticos adecuados que le sirvan para establecer su escala de valores, objetivos, ideales y exigencias personales.
- La asertividad, que supone sentirse a gusto con los demás, sentirse satisfecho, sentirse a gusto consigo mismo, estar relajado, sentirse con control de sí mismo y de las circunstancias.
Todos estos aspectos suponen la preparación de las condiciones adecuadas para el aprendizaje y es, evidentemente, pura y dura educación emocional. Planteársela o no implica la búsqueda del éxito o la aceptación, de entrada, del fracaso.
Nos encontramos constantemente transmitiendo información, pautas de comportamiento, modelos, a través de ese currículum oculto siempre presente, de la educación informal que se práctica desde el primer minuto de entrada hasta el último de salida. Ponemos en práctica, a menudo, técnicas destinadas a fallar por no tener esto en cuenta. La última moda de la animación a la lectura que no hace lectores puede ser un buen ejemplo de esto. Se lee por dos cuestiones obvias, porque se puede y porque se quiere. En el primer caso nos referimos, fundamentalmente, a la competencia lectora y a la existencia y uso de la biblioteca. En el segundo nos encontramos de nuevo con un componente emocional. Son muchos los ejemplos a nuestro alrededor por los cuales una persona se encuentra con la situación ideal para ser lectora y, sin embargo, inevitablemente parece empecinarse en no leer. Sencillamente no lee porque no quiere. ¿Por qué motivos adoptamos un comportamiento? Fundamentalmente por dos: porque se trata de un comportamiento que me atrae por las razones que sean o porque la que me atrae es la persona que lo tiene y yo, en el fondo, quiero parecerme a ella.
o Porque se trata de un comportamiento que me atrae. Un persona decide adoptar un comportamiento bien porque en si mismo le resulta placentero o, aún no siendo placentero en lo inmediato, supone una gratificación posterior que lo rentabiliza haciéndolo merecer la pena. Estamos empeñados en transmitir a nuestros alumnos el placer que representa la lectura, el disfrute que se consigue en el acto mismo de leer. la magia de la lectura. Así es con frecuencia, pero leer no siempre es un placer, a menudo supone un esfuerzo necesario para conseguir otros objetivos y sólo la consecución de estos justifica ese esfuerzo inicial. Educar es capacitar al alumno para realizarlo y convencerlo de que es un comportamiento válido para la vida. El fruto de esa magia a veces sólo lo veremos después de haber pasado el trago. No convenceremos de la conveniencia de la lectura a nuestros alumnos si no es a través de, al menos, uno de estos dos caminos. Conseguir que descubran la pasión de la lectura es entrar directamente en el camino de los sentimientos. La pasión se comunica con pasión, el placer disfrutando, la creatividad ejercitándola. Animar y motivar la lectura sólo se realiza con ánimo y motivación. Con actividades que así lo transmitan y con un clima permanente favorecedor de esa experiencia. Pero educar también es transmitir que leer resulta a menudo un esfuerzo árido pero que compensa en la vida y que nos va a aportar capacidades para crecer en ella. Un plan de lectura también ha de hacer posible esa experiencia: la del esfuerzo gratificante no necesariamente a corto plazo. Aportar al alumno los recursos necesarios para hacer de la lectura una experiencia satisfactoria, no frustrante y las pruebas habituales de que ese comportamiento es beneficioso.
o Porque hay un modelo humano que me lo contagia. Por último, adoptamos un comportamiento porque imitamos un modelo con el que nos queremos identificar. No me convencen los discursos de la persona, me convence la persona en sí. Me convence un comportamiento que le veo practicar. Me seduce la persona y me seduce el comportamiento. No adopto esa conducta tanto por un convencimiento racional como por un proceso de contagio. Entramos de lleno en el factor humano. ¿Cómo modificar esas prácticas sin hacerlo con la persona que las practica? No se disfrutará si antes el maestro no disfruta, no sentirá emoción si el maestro no se emociona, no habrá pasión si sólo percibe desapasionamiento, no leerá si no ve y escucha leer a su maestro, será un comportamiento que rechazará si rechaza el modelo de persona que le presenta el maestro. No modificaremos esas prácticas si a nuestra vez no sabemos y no queremos. Como dice muy expresivamente Víctor Moreno, la lectura es un virus que se contagia y no se puede contagiar aquello que no se padece.
Pero el contagio no solo es aplicable a la lectura sino a la mayor parte de los conocimientos que pretendemos transmitir. Somos un modelo, querámoslo o no, tenemos el foco permanentemente puesto sobre nosotros. Nos podemos desentender de ello y comportarnos como un funcionario ideal, neutral, aséptico, distante, pero seguiremos siendo un modelo y ese modelo que estamos proyectando sobre nuestro alumnado favorece o interfiere en el aprendizaje. La responsabilidad profesional, la responsabilidad cívica, la responsabilidad humana nos lleva a tomar en serio este asunto. Se trata de educarlos y educarnos a nosotros a la vez. Hacer del proceso educativo un proceso de crecimiento personal para todos los que se encuentren implicados en él. Podremos, pues, aceptarlo o rechazarlo, pero no nos engañemos, en este último caso estaremos hablando de comodidad o miedo. Comodidad, no querer complicarse la vida, o miedo a mostrarnos ante los demás como somos o, incluso, a vernos ante nosotros mismos.
Un programa de educación emocional que debería abarcar varios niveles:
1. Desarrollo emocional del docente a través:
a. De la autorreflexión sobre la práctica educativa y de la reflexión sobre nosotros mismos.
b. De un programa de sesiones para el entrenamiento emocional.
2. Integración de prácticas educativas adecuadas para el desarrollo de las capacidades de armonización cognitivo-emocionales.
a. En el aula.
b. En la organización y funcionamiento del centro.
3. Programa para el entrenamiento emocional del alumno integrado en el currículum ordinario a través de:
a. Sesiones en las áreas.
b. De la acción tutorial en horas de tutoría.
martes, 18 de octubre de 2011
CONCIENCIA EMOCIONAL
La Conciencia Emocional es para Daniel Goleman la capacidad de reconocer el modo en que nuestras emociones afectan a nuestras acciones y la capacidad de utilizar nuestros valores como guía en el proceso de toma de decisiones. Las personas dotadas de esta competencia:
• Saben qué emociones están sintiendo y porqué.
• Comprenden los vínculos existentes entre sus sentimientos, sus pensamientos, sus palabras y sus acciones.
• Conocen el modo en que sus sentimientos influyen sobre su rendimiento.
• Tienen un conocimiento básico de sus valores y sus objetivos.
Richard Boyatzis define la conciencia de sí mismo como: "la capacidad de permanecer atentos, de reconocer los indicadores y sutiles señales internas que nos permiten saber lo que estamos sintiendo y de saber utilizarlas como guía que nos informa de continuo acerca del modo como estamos haciendo las cosas"
Trabajar la conciencia emocional en los centros educativos hace necesario resaltar de entrada un previo: Educar en emociones sólo es posible mediante las actitudes que el docente mantiene en el aula, ese saber estar y saber ser es el elemento fundamental de esa educación. El aprendizaje de las actitudes solo es posible conviviendo con esas actitudes y en educación esas otras actitudes han de ser, fundamentalmente, las del docente. Sin asumir eso cualquier pretensión de educar en emociones será una parodia. Por lo tanto, trabajar la conciencia emocional con el alumnado exige paralelamente trabajarla, de un modo sincero, en el profesorado. Tomar conciencia de las emociones que predominan en la interacción con el alumnado y de las acciones en que se traducen en el aula y el modo en como influyen en nuestra labor educativa. Se trata de un proceso de crecimiento personal, sí, pero que no es gratuito, sino que se encuentra íntimamente vinculado con nuestra labor profesional. Podemos rechazar implicarnos en ello argumentando esa no es tarea nuestra, no diremos que se trata, sobre todo, de miedo y de comodidad, que eso es lo que somos, cómodos y miedosos, y que por ello insistimos en persistir en el error de creer que lo que somos y como somos no afecta a lo que pretendemos enseñar. El acto de aprendizaje es un acto en gran medida, emocional. Solo aquello que se encuentra vinculado a una emoción perdura, el resto es perecedero.
El trabajo de la conciencia emocional supone diferentes fases.
a. Adquirir vocabulario de las emociones.
b. Diferenciar emociones.
c. Reconocer las propias emociones y efectos. Saben qué emociones están sintiendo y porqué.
d. Reconocer las consecuencias de nuestras reacciones.
e. Valoración adecuada de uno mismo: conocer las propias fortalezas y debilidades.
Begoña Ibarrola, a propósito de esta toma de conciencia expone en su ponencia sobre la educación de la inteligencia emocional:
CONOCIMIENTO DE LAS PROPIAS EMOCIONES (AUTOCONCIENCIA): Capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en el que aparece, lo que constituye la piedra angular de la Inteligencia Emocional. El niño no posee un conocimiento emocional innato de las situaciones y conflictos. Creer que el niño por el mero hecho de crecer sabrá reaccionar de la mejor manera, en el momento oportuno, ante la persona adecuada y en el grado correcto es una gran equivocación. La percepción de nuestras propias emociones implica saber prestar atención a nuestro propio estado interno. Pero estamos muy poco acostumbrados a hacerlo y es preciso aprenderlo desde pequeños. Existen numerosas actividades para aprender a notar lo que sentimos, basta comenzar a prestar atención a las señales corporales que acompañan su aparición. Las emociones son el punto de intersección entre mente y cuerpo, se experimentan físicamente, pero son el resultado de una actividad mental También es importante evaluar su intensidad: es preciso detectarlas en el momento en que aparecen, con poca intensidad en principio para ser capaces de controlarlas sin esperar a que nos desborden. El segundo paso es aprender a identificar y a poner nombre correctamente a cada una. Hablar sobre nuestras emociones incrementa nuestra capacidad de control de las situaciones, la reparación de un estado de ánimo alterado y la búsqueda de soluciones a los problemas.
Parece una obviedad decir que el aprendizaje al que se hace referencia anteriormente es válido para niños y para adultos, es un aprendizaje para toda la vida, y sus beneficios lo son para toda persona en cualquier circunstancia en la que se encuentre, sobra decir que saber controlar las situaciones, reparar los estados de ánimo alterados y encontrar soluciones a los problemas surgidos por ellos pone el dedo en la llaga de uno de los elementos clave del perfil docente, una de las demandas principales de su formación permanente.
Dentro de la bibliografía adecuada para trabajar la Conciencia Emocional, en la red en encontramos los libros:
EDUCAR LAS EMOCIONES, de Mireya Vivas, Domingo Gallego y Belkis González
EDUCACIÓN EMOCIONAL Propuestas para educadores y familias, de Rafael Bisquerra, como coordinador. Solo el índice y la introducción, interesante su desglose de emociones.
Otra bibliografía:
EDUCACION SOCIEMOCIONAL EN LA ETAPA DE PRIMARIA, de Anna Carpena, Editorial Octaedro. Un libro con una buena parte teórica y otra de propuestas metodológicas, actividades y recursos.
Otros libros, fundamentalmente prácticos, todos ellos de Wolters Kluwer / Educación, son:
EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA PARA 3 - 6 AÑOS, de Èlia López Cassà.
EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA PARA EDUCACIÓN PRIMARIA (6-12 AÑOS), de GROP (coordinado por Rafael Bisquerra) y Agnès Renom.
EDUCACIÓN EMOCIONAL, PROGRAMA DE ACTIVIDADES PARA ESO, de Montserrat Cuadrado y Vicent Pascua, como coordinadores.
EDUCACIÓN EMOCIONAL. PROGRAMA DE ACTIVIDADES PARA EDUCACIÓN SECUNDARIA POSTOBLIGATORIA, de Manel Güel y Josep Muñoz.
EDUCACIÓN EMOCIONAL Y BIENESTAR, de Rafael Bisquerra Alzina. Libro fundamentalmente teórico con un buen capítulo que analiza diferentes tipos de emociones.
Para el trabajo con docentes:
BIENESTAR DOCENTE Y PENSAMIENTO EMOCIONAL, de Carlos Hué García, también de Wolters Kluwer / Educación.