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lunes, 29 de noviembre de 2010

El aprendizaje-servicio

Educar las emociones supone, necesariamente, dar la posibilidad de ejercitarlas en la práctica. El aula se trata del lugar prioritario para ejercitar esta educación, sus actitudes y valores; pero, con sólo un poquito que nos paremos a pensar nos daremos cuenta de que para esta tarea ese espacio se nos queda extremadamente pequeño y que necesitamos poner en situaciones más complejas y variadas al alumno si queremos que éste tenga ocasión de desarrollar ese aprendizaje y aquí, aparece el centro como espacio significativo de aprendizaje, como generador de situaciones en las que tener ocasiones para adentrarse en la complejidad. Éste paso ya es en sí problemático pues no tenemos la costumbre de entender el centro educativo como núcleo fundamental de aprendizaje, como lugar educativo en sí mismo, con sus propios espacios y tiempos al servicio de un único proyecto, y aún así si somos honestos con nosotros mismos hemos de aceptar, en primer lugar, que el centro se nos vuelve a quedar pequeño y que es la comunidad la que educa, y, en segundo lugar, que nosotros no podemos desentendernos sin más de ese proceso educativo más allá de las paredes del centro. Nuestra responsabilidad y servicio no se agota en el nombre y número de lista que supone el alumno, sino que, a través de él, ha de llegar a la comunidad en la que vive y coeduca con nosotros.
El aprendizaje-servicio es un instrumento idóneo para trabajar dos competencias, la social y cívica (¿cómo será posible evaluarla fuera de una práctica de servicio a la comunidad?) y la emocional. En ese servicio a la comunidad es donde se forjan realmente las emociones, empatía, auoestima, sensibilidad, equilibrio. Nos topamos con un importante problema, la devaluación que en nuestra sociedad ha sufrido el concepto servicio. En esa devaluación, no escurramos el bulto, hemos colaborado todos. Se nos llena la boca de que estamos ante el culto del individualismo, del egoísmo social, del interés en todo y para todo y, al mismo tiempo, no concebimos el servicio como acto gratuito y forjador de la personalidad. Todo ha de tener un precio, también el servicio. Éste parece humillar al que lo realiza en vez de engrandecerlo. ¿Qué imagen de nosotros mismos estamos ofreciendo? ¿La de una persona desinteresada, servidor público, comprometida con su entorno, o la de un funcionario tópico y típico, con horario de oficina, que mide tiempo, esfuerzo y dinero?
La mejor solución para aclararnos es ponernos en contacto con aquella páginas que llevan tiempo trabajando este tema.

¿Qué es el aprendizaje servicio?







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